En un debate reciente, Laclau ha objetado la relación que Rorty hace entre pragmatismo y democracia liberal: "...el problema que encuentro en las formulaciones de Rorty es que intenta soldar su liberalismo y su pragmatismo sin reconocer suficientemente el hecho de que el segundo no lleva necesariamente al primero".1
Y luego agrega: "...si la vida social requiere constantemente -de acuerdo con las premisas [pragmáticas] rortianas- de la producción de nuevos léxicos, ¿por qué habrían de estar excluidos de esta regla general los léxicos políticos?".2
La primera crítica, entonces, objeta la idea de que el pragmatismo pueda fundar al liberalismo. El segundo pasaje va un poco más allá: el pragmatismo no sólo no funda al liberalismo sino que sus premisas tienen por consecuencia la búsqueda efectiva de otro sistema político.
¿Qué debemos entender por pragmatismo?
En ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo, Rorty señala: "[e]n mi opinión, el nexo entre el norteamericanismo a la manera de Whitman y la filosofía pragmatista -la clásica y la "neo"- es la propensión a referir todas las cuestiones relativas a la justificación última al futuro, a la sustancia de las cosas que se esperan. Si hay algo distintivo en el pragmatismo es que sustituye las nociones de "realidad", "razón" y "naturaleza" por la noción de un futuro humano mejor".3 Y poco más adelante agrega: "Los pragmatistas (...) quieren reemplazar la distinción apariencia-realidad por una distinción entre las descripciones menos útiles y más útiles del mundo y de nosotros mismos (...) útiles para crear un futuro mejor (...) Mejor en el sentido de contener más de lo que nosotros consideramos bueno y menos de lo que consideramos malo".4
En lo que sigue, intentaré mostrar que la relación entre pragmatismo y democracia recibe, en la obra de Rorty, un trato contradictorio, y que esto explica una de las críticas de Laclau así como la facilidad con que la enfrenta el filósofo norteamericano.
La primera crítica invierte uno de los postulados clásicos de Rorty: la prioridad de la democracia sobre la filosofía. Desde esta perspectiva, el liberalismo no deriva necesariamente de nada, no depende de ninguna posición filosófica. Antes bien, es el punto de partida: "[n]osotros debemos partir del lugar en que nosotros estamos"5 y "nosotros" somos demócratas liberales. Por lo tanto, en nada sorprende lo afirmado por Rorty en su "Respuesta a Ernesto Laclau": "[p]uedo celebrar entusiastamente este punto pues no quiero "fundamentar la política concreta en premisas pragmáticas (...) dudo que la filosofía (incluso la filosofía pragmática) vaya a ser alguna vez demasiado útil para la política".6
En Contingencia, ironía y solidaridad sostenía lo siguiente: "[d]ebiéramos concebir nuestra adhesión a instituciones sociales como cuestiones tan poco sujetas a una justificación por referencia a premisas conocidas y comúnmente aceptadas - pero tampoco menos arbitrarias- que la elección de amigos o de héroes. Tales elecciones no se hacen por referencia a criterios".7
Parece claro, entonces, que no hay en Rorty una pretensión tal como la que le atribuye Laclau.
Pero la crítica de Laclau es más fuerte. No sólo el pragmatismo no deviene en liberalismo sino que, tal como lo entiende Rorty, mina la posibilidad de que el liberalismo perdure. Este punto no es tenido en cuenta por el filósofo norteamericano en su "Respuesta a Ernesto Laclau", pero se ha enfrentado con él al discutir las posiciones de filósofos como Nietzsche y Foucault, es decir, pragmatistas que cuestionan duramente la democracia liberal. Es en relación a pensadores como ellos que ha postulado la división entre lo público y lo privado. Si lo que buscan estos autores es la autonomía, es decir, cortar los lazos con la tradición que los formó, entonces no hay ningún problema y el liberalismo les garantiza que nada externo se lo impedirá. Ahora bien, si lo que buscan son redescripciones del plano público que minan la continuación del liberalismo, "nosotros", como demócratas liberales antes que como filósofos, debemos poner freno a sus impulsos: "[n]osotros, los herederos de la Ilustración, pensamos que los enemigos de la democracia liberal, como Nietzsche o san Ignacio de Loyola, están ´locos` -por decirlo con palabras de Rawls-. Y ello sucede porque no hay manera de considerarlos conciudadanos de nuestra democracia constitucional, como individuos cuyos proyectos vitales podrían, con un poco de ingenio y buena voluntad, adaptarse a los de los demás ciudadanos. No es que sean locos por haber comprendido mal la naturaleza ahistórica del ser humano. Lo son porque los límites de la salud mental son fijados por aquello que nosotros podemos tomar en serio. Y esto, a su vez, es determinado por nuestra educación y por nuestra situación histórica".8
Nuevamente la prioridad de la democracia sobre la filosofía ofrece la respuesta a las críticas de Laclau. Si alguien desea ser un filósofo pragmático, necesariamente deberá serlo en el marco de una democracia constitucional. Los léxicos políticos están excluidos de todo movimiento revolucionario no porque tengan una característica mística de la que carecen otros léxicos, sino porque sus usuarios no están dispuestos a prestar atención a redescripciones que atenten contra ellos.
Cuando Rorty se enfrenta a filósofos como Foucault, comienza a emitir juicios como: "[m]e parece que la meta de autosuperación y autoinvención del intelectual romántico constituye un buen modelo (uno entre muchos otros buenos modelos) para un ser humano individual, pero muy mal modelo para una sociedad (...) En una sociedad liberal, no se supone que nuestros tratos con los conciudadanos son románticos o inventivos; se supone que tienen la rutinaria inteligibilidad del mercado o de los tribunales".9
En otros pasajes matiza esta respuesta. Un liberal es una persona que considera que lo peor que puede hacerse es cometer actos de crueldad. Libertad y solidaridad son los pilares, los fines últimos del liberalismo rortiano. La democracia, en tanto se entienda que implica libertad de prensa, oportunidad para ejercer una influencia política, etc., es la única forma de impedir la crueldad en las instituciones sociales. ¿Qué rol juega aquí la filosofía?
Una sociedad liberal rechaza toda búsqueda de fundamentos filosóficos "porque dotarla de tales fundamentos presupone un orden natural de temas y de argumentos que es anterior a la confrontación entre los viejos y los nuevos léxicos, y anula sus resultados".10
Dentro de esta perspectiva, si bien el pragmatismo no funda la democracia liberal, sí redunda en beneficio de este sistema político en particular, en la medida en que asume la ausencia de fundamentos para su posición.
Pero el filósofo pragmático aún juega otro rol, si bien lo hace junto al literato, al periodista y otros. Este es el de elaborar redescripciones, nuevos léxicos, que nos permitan ver nuevos modos de crueldad, que nos llamen la atención sobre actos nuestros que tienen por efecto la humillación de otros seres humanos.
Con lo dicho hasta aquí, no se entienden las críticas que formula Laclau. Sin embargo, podemos hacer otra lectura del filósofo norteamericano que lleva a comprender la posición de Laclau.
En algunos ensayos el pragmatismo cobra un rol mucho más fuerte. Ya no es una posición filosófica que condice mejor que cualquier otra con la democracia liberal. No apunta simplemente a rechazar los supuestos tradicionales de la filosofía y a colocar las convicciones públicas por encima de ella. En "Notas sobre desconstrucción y pragmatismo" sostiene que "[e]l pragmatismo comienza a partir del naturalismo darwiniano -a partir de una concepción de los seres como productos fortuitos de la evolución (...) Los naturalistas (...) ven todo constituido por sus relaciones con otras cosas, careciendo de una naturaleza intrínseca e ineluctable".11
Si esta posición fuese asumida porque conduce a una disminución de la crueldad o en tanto no afecta la continuidad de la democracia, no tendríamos inconvenientes para dar consistencia a la obra de Rorty. Pero veamos cómo queda la democracia liberal una vez asumido este pragmatismo.
El darwinismo rechaza la idea de que un léxico filosófico logre contactarse con algo fuera de él, y de este modo convertirse en verdad eterna. Antes bien, las posiciones filosóficas están sujetas a un proceso evolutivo. No del modo en que lo pensó la Ilustración, un progreso dominado por razones. La evolución es azarosa y el elemento que la genera es la metáfora.
La metáfora altera a un léxico en el mismo sentido en que "un rayo cósmico desordena los átomos de una molécula de ADN y orienta así las cosas en la dirección de las orquídeas o de los antropoides".12
La aparición azarosa de metáforas marca una revolución conceptual en sentido kuhniano. De este modo explica Rorty el surgimiento de la democracia liberal.
En Contingencia, ironía y solidaridad dirá: "[t]enemos que concebir la constelación de fuerzas causales que llevaron a hablar del ADN o del Big Bang como las mismas fuerzas causales que llevaron a hablar de `secularización´ o de `capitalismo tardío´. Esas diversas constelaciones son los factores fortuitos que han hecho que algunas cosas sean para nosotros temas de conversación y otras no, que han hecho que algunos proyectos fuesen imposibles y otros no".13 Debe decirse, pues, que "Europa no decidió aceptar el lenguaje de la poesía romántica, ni el de la política socialista, ni el de la mecánica galileana (...) El caso fue, más bien, que Europa fue perdiendo poco a poco la costumbre de emplear ciertas palabras y adquirió poco a poco la costumbre de emplear otras (...) los europeos se sorprendieron a sí mismos hablando de una forma tal que daba por sentadas esas tesis [que la Tierra no es el centro del universo, etc.] solapadas".14
En "La filosofía como ciencia, como metáfora y como política" agrega que defender la reacción romántica frente al cientificismo de la Ilustración significa "admitir que los términos en que expresamos nuestras convicciones y esperanzas comunes están condenados a la obsolescencia, que siempre necesitaremos nuevas metáforas, nuevos espacios lógicos, nuevas jergas, que nunca habrá un reposo final para el pensamiento, ni una filosofía social que sea una strenge Wissenschaft".15 Desde esta perspectiva es claro que el pragmatismo no funda ningún sistema político. En su análisis de la obra de Orwell señala que este autor nos ayuda a ver que "puede haber ocurrido sencillamente que Europa empezase a apreciar los sentimientos de benevolencia y la idea de una humanidad común, y que puede ocurrir sencillamente que el mundo termine por ser dominado por personas que carecen enteramente de sentimientos o de una ética semejantes".16
En toda esta línea argumentativa, su pragmatismo ha envuelto sus concepciones políticas, no sólo en el sentido de dejarlas sin fundamento, sino de volverlas momentáneas, a merced de nuevas metáforas.
Nada indica que este desarrollo azaroso nos guíe hacia la eliminación de la crueldad. El pensamiento de Rorty se encuentra más dominado por su filosofía pragmática que por sus deseos liberales. Se ha invertido la relación democracia liberal-pragmatismo.
Pero vemos que aquí tampoco encaja la crítica de Laclau: el pragmatismo no funda al liberalismo, e incluso nos señala que es posible que este último desaparezca ante la aparición de nuevas metáforas.
La primera crítica de Laclau no tiene ningún sustento en los textos de Rorty.
Tomando por separado las líneas argumentativas de Rorty, la segunda crítica de Laclau tampoco es válida. En un caso, porque la prioridad que le da el filósofo norteamericano a la democracia, la deja sin efecto. Y en el otro caso, porque Rorty no excluye los léxicos políticos tal como dice Laclau que lo hace.
Pero esta segunda crítica es interesante porque surge del cruce de las líneas argumentativas de Rorty, pues ataca la primera interpretación con la fuerza que la segunda interpretación le da al pragmatismo.
Cuando Rorty intenta conciliar ambas líneas, surgen frases insostenibles desde ambas perspectivas, como por ejemplo: "...mi presentimiento es que el pensamiento político y social de Occidente puede haber tenido la última revolución conceptual que necesita".17
Rorty no puede mantener ambas líneas: o prioriza su pragmatismo darwiniano y, como señala Laclau, elimina la posibilidad de mantener cualquier sistema político, o prioriza la democracia y entiende al pragmatismo simplemente como la filosofía que no asume haberse contactado con algún fundamento.
Seguramente Rorty opta por la segunda opción. De ser así, poco ha hecho como filósofo para lograr un desarrollo de la democracia.
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1. Laclau, E., "Desconstrucción, pragmatismo, hegemonía", en C. Mouffe (comp.), (1998), Desconstrucción y pragmatismo, Paidós, p. 129.
2. Ibid., p. 131.
3. Rorty, R., (1997), ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo, FCE, p. 13.
4. Ibid., p. 14.
5. Rorty, R., (1991), Contingencia, ironía y solidaridad, Paidós, p. 216.
6. Rorty, R., "Respuesta a Ernesto Laclau", en C. Mouffe (comp), op. cit., p. 146.
7. Rorty, R., Contingencia, ironía y solidaridad, p. 73.
8. Rorty, R.: "La prioridad de la democracia sobre la filosofía", en R. Rorty, (1996), Objetividad, relativismo y verdad, Paidós, pp. 255-6.
9. Rorty, R., "Identidad moral y autonomía privada: el caso Foucault", en: R. Rorty, (1993) Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, Paidós, p. 273.
10. Rorty, R., Contingencia, ironía y solidaridad, p. 71.
11. Rorty, R., "Notas sobre desconstrucción y pragmatismo", en C. Mouffe, op. cit., p. 40.
12. Rorty, R., Contingencia, ironía y solidaridad, p. 37.
13. Ibid., p. 37.
14. Ibid., p. 26.
15. Rorty, R., "La filosofía como ciencia, como metáfora y como política ", en R. Rorty, Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, pp. 37-8.
16. Rorty, R., Contingencia, ironía y solidaridad, p. 203.
17. Rorty, R.: Contingencia, ironía y solidaridad, p. 82.
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