Es usual presentar al argumento ad hominem como la falacia de atinencia que lleva a error porque no prueba la tesis o conclusión propuesta mediante la verdad de las premisas sino, por el contrario, poniendo en juego rasgos del carácter, del comportamiento o de la ideología del interlocutor, frente al cual se lo quiere hacer valer como buen argumento.2 Se añade que persuade en virtud de cierta transferencia psicológica que va desde el sujeto a la tesis a replicar.3 Por mi parte, pondré a consideración versiones del ad hominem acuñadas por dos teóricos y maestros del diálogo, con el fin de poner en duda la tipificación vulgar de falacia y revisar, provisoria y tentativamente, si merece ser tenido en cuenta como buen argumento cuando dialogamos.
1. Por la ruta griega I. Aristóteles (Ar.) se ocupa de cierta versión del posteriormente llamado argumento ad hominem en el reglamento de la defensa de su técnica de discusión. Allí se habla de plantear una objeción a quien pregunta,4 en lugar de reaccionar respecto de su propuesta. Pero, a pesar de figurar entre los expedientes de la defensa, semejante reacción resulta descalificada,5 pues reaparece bajo el segundo reproche descripto en la técnica, para el cual vale otra regla. Ar. recomienda desenmascarar a quien haya reaccionado "contra quien pregunta" (ad hominem) en tanto, según ese texto, lo haya maltratado e injuriado a la vez que haya concedido lo contrario de lo que hubiese correspondido:6 tal como Calicles responde en la última parte del Gorgias de Platón,7 por haberse decidido por respuestas que contravienen los criterios del "buen diálogo".8 Es claro, entonces, que el ad hominem no es un argumento en sentido estricto sino, antes bien, una reacción disponible para el defensor del diálogo, tendiente a obstaculizar el argumento del que pregunta o atacante, razón por la cual cabe en esos casos corregirlo9 (cfr. regla nro. 70), porque éste no habría contribuido a discutir dialécticamente la cuestión, esto es, con los mejores argumentos disponibles. Sobre la base de la mutua colaboración de los participantes Ar. aleja la posibilidad de dialogar en función de la mera victoria y promueve fines auténticos tales como la práctica, la puesta a prueba y el examen de las tesis a discutir. En suma, en Tópicos, en el manual con el que Ar. inicia su reflexión en materia de argumentos, aparece el recurso de descalificar a la persona de quien pregunta y de contrariar sus propuestas, pero para desenmascararlo por ilegítimo.
2. Por la ruta griega II. Ahora bien, para dar con la fuente griega del famoso argumento ad hominem, tal como es descripto habitualmente, hay que revisar un pasaje de Ar., esta vez, de las Refutaciones Sofísticas.10 Pienso en la regla nro. 1111 del código de la discusión sofística o agonística. Gracias a un desconocido comentarista griego12 del pasaje, se sabe que el ad hominem conocido por Ar. no había sido ajeno a la antigua retórica griega: a manos de los rétores había servido para reaccionar ante quienes pretendían refutar sus propios discursos, por ej., frente a los alegatos a su cargo en los foros tribunalicios pues el "agón" griego había tomado la forma del "combate legal" o juicio.13 Según el comentarista,14 la contrapartida retórica que Ar. tiene presente en Ref. Sof. 15 consiste en refutar discursos porque se oponían o contradecían el marco legal de la propia ciudad-estado. Para Ar. el marco legal de la polis ni siquiera es tema de discusión, pues quienes dudasen de él merecerían, antes bien, castigo.15 Para el combate sofístico Ar. recoge, entonces, un recurso de contra-ataque - para deshacerse de las refutaciones del interlocutor-, consistente en mostrar la contradicción de lo propuesto o concluido por el otro respecto de alguna de las siguientes referencias, tomadas por analogía con la situación retórica: a saber, respecto de la propia tesis defendida por el interlocutor, respecto de las reconocidas por él en materia teórica o práctica, o por buscar la contradicción con lo admitido por expertos o por los hombres prudentes o por todos o por la mayoría en temas generales. Quien conoce Los Tópicos puede reconocer en esto último que, para el comentarista, en Refutaciones 15 Ar. aconsejaba replicar marcando la contradicción con referencia a lo mayoritariamente aceptado ("éndoxon"), criterio de la discusión dialéctica.16 Pero entonces, si esto es así, la pregunta es ¿por qué semejante recurso de contra-ataque fue considerado típico de la discusión sofística? Según lo revisado, defenderse de una presunta refutación, o argumento en general, poniendo en evidencia la contradicción de lo dicho por el interlocutor respecto de la propia tesis que éste defiende, no me parece sofístico ni reprochable, ya que sobre esa idea Ar. ha definido la refutación, incluso en la discusión dialéctica.17 Tampoco, buscar la contradicción respecto de lo mayoritariamente aceptado, porque discutir "dialécticamente" consiste en respetar ese límite.18 Pero, si, por el contrario, debiésemos tomar en serio el carácter sofístico de este recurso, entonces a contrario no debería valer marcar tales contradicciones para replicar al argumento de la otra parte y éste, a su vez, tendría derecho a ser inconsistente con su propia tesis como así también con sus propias creencias, reconocidas explícitamente o no. En favor de la primera lectura habla el hecho de que, sin embargo, es propio de buen dialéctico refutar marcando eventuales contradicciones entre las tesis formuladas y admitidas en diálogo, por la sencilla razón de que, primero, no faltar a la contradicción es constitutivo del diálogo, y en general de la comunicación; 19 y, segundo, porque la opinión mayoritaria es el otro marco de la discusión dialéctica. Pero, aún así, si no considerásemos ilegítima esta segunda versión aristotélica del ad hominem, faltaría explicar por qué semejante recurso aparece en ese capítulo de las Refutaciones, donde Ar. habla de los recursos de la discusión sofística.
3. La estación moderna. Schopenhauer nos hubiese dado sus razones para avalar el uso falaz del recurso que rastreamos. La maniobra nro. 16 de su arte de tener razón se inspira, sin duda, en la versión aristotélica de las Refutaciones.20 Con el famoso título de "argumentum ad hominem" o "ex concessis" Schopenhauer tiene presente reaccionar ante una propuesta mediante la indicación de que el interlocutor contradice lo que había suscripto dentro y fuera del diálogo.21 Cabe notar que tiene sentido que Schopenhauer haya elegido ese título porque recoge uno de los dos caminos posibles para refutar: por el ad hominem se pone en duda la coherencia de las afirmaciones entre sí o "verdad subjetiva relativa", por eso, "ex concessis"; mientras que la refutación ad rem compromete la llamada "verdad objetiva absoluta" definida como correspondencia con la cosa (cfr. ED [9] p. 277). Por lo demás, la versión schopenhaueriana del ad hominem coincide con su fuente aristotélica pero amplía el alcance de la contradicción hasta poner en juego las creencias y/o principios reconocidos en el obrar del interlocutor por su pertenencia a un grupo. En efecto, como maniobra erística que pretendió ser de la cual "sería posible librarse de alguna manera" (sic), para Schopenhauer, tampoco sería de buena fe refutar apelando a la coherencia entre la prédica y la praxis del oponente. Sin embargo, dentro de la idea schopenhaueriana de dialéctica y sobre la base de su tesis escéptica sobre la verdad, 22 se entiende que quien se hubiese valido de la refutación ad hominem para contestarle al otro, no habría puesto en duda la verdad de la afirmación - por ej., si es conveniente o no el suicidio; o si Berlin es una buena estancia o no; - porque en el ad hominem "el interlocutor se aparta del tema para detenerse en lo que dijo o admitió el otro". (ED, p. 694.10-12). Finalmente señalo que las versiones del ad hominem vertidas en los actuales manuales corrientes vuelven a distinguir entre verdad o asunto de la tesis, por un lado, e interlocutor, por el otro, tal como Schopenhauer.
Por último, Schopenhauer se ocupa de la otra forma ilegítima de salvar una derrota consistente en atacar directamente la persona del adversario con tono insultante o áspero. El argumentum ad personam (estratagema nro. 38) deja de lado el objeto de la contienda - como en el ad hominem - para concentrarse en el contendiente. Es común, antes de dar por perdida la discusión ante alguien más inteligente y más hábil, elegir salvar la propia vanidad cubriendo la diferencia mediante la fuerza o la violencia. Como contra-estratagema vale no perder la calma para poner fuera de juego las ofensas y volver a las razones ya vertidas23 (cfr. ED KG 38 pp. 694-5). Ar. había condenado también este recurso en la técnica de discusión con la regla 70; y como, para Schopanhauer, el auténtico debate tiene lugar entre pares tanto en arte como en entendimiento, dispuestos ambos a ceder frente a los buenos argumentos del otro.
4. Sin duda, quien apela al ad personam24 ni siquiera dialoga ni argumenta, no es de buena fe insultar al otro para combatir sus ideas o sus argumentos. Ahora bien, planteo algunos resultados que cuestionarían, a mi juicio, la tipificación del argumento ad hominem como falacia. (1) La versión de Ref. Sof., 15 enseña una reacción de defensa o de contra-ataque admitida y legítima dentro de la concepción aristotélica del diálogo, porque apela a la refutación por contradicción y a lo mayoritariamente admitido, marcos que reconoce la discusión dialéctica que revisamos. (2) No me parece que deba considerársela como una maniobra ilegítima tampoco dentro de la erística schopenhaueriana, porque reparar en la coherencia de las afirmaciones del interlocutor parece sucedáneo imprescindible para argumentar mientras los interlocutores no conozcan la verdad de sus tesis ni, por ende, puedan contar con el criterio de verdad como correspondencia, el cual parece defender Schopenhauer en los otros casos. Así, la consistencia o no-contradicción sería condición suficiente para la verdad; mientras que la contradicción entre afirmaciones a mostrar por el ad hominem sería condición necesaria para detectar falsedad y sin sentido. El ad hominem pertenecía a la práctica dialéctica del siglo XVII,25 cuyo rastreo dejo pendiente. (3) Ahora bien, ¿es legítimo el ad hominem en el sentido de señalar la contradicción de la prédica con la praxis del interlocutor? Sin ir muy lejos, el ad hominem también vale como demostración a esgrimir sólo para el adversario, - no para todos (ad omnes)-, cuando se dice que el escéptico se autorefuta al sustentar que no se puede conocer algo con absoluta certeza.26 Discusiones filosóficas admiten hoy la validez del recurso llamado autorrefutación27 o refutación pragmática. Esta prueba indirecta tiene un rol central no sólo para discutir con sino también para pretender refutar la posición escéptica y relativista, en aquellas versiones que suponen que los protagonistas hayan querido y podido esgrimir sus tesis con pretensiones universales. (4) Por último, la tipificación usual del ad hominem como falacia nos parece relativa a la concepción formal deductiva de la lógica y, en especial, a la idea monológica de argumento28 gestada en su seno; según la cual se ha tomado la verdad como atributo del contenido del discurso e inmediatamente de las premisas del argumento. Por eso por siglos sus defensores29 han excluido de la lógica así entendida y circunscripto a la retórica cuestiones ligadas al contexto desde el cual debe entenderse ese argumento: el diálogo. La distinción ad hominem - ad rem "a la Schopenhauer" contribuyó a hacer que olvidásemos que la verdad debe ser aceptada,30 esto es, por otro y por una audiencia. Los resultados31 e interrogantes que he presentado quisieron mostrar que valdría la pena revisar desde una concepción dialéctica o dialógica de argumento el pretendido carácter falaz del ad hominem con el fin de identificar contextos de uso en que ese carácter parece dudoso.
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1. De "raíces griegas" habló Walton, D. (1995) A pragmatic theory of fallacy, Tuscaloosa & London.
2. Copi, I., (1972) Introducción a la lógica Buenos Aires 1974, pp. 84-6; para Lalande, A., (1953), mediante la vida o doctrina del oponente (cfr. Vocabulario técnico y crítico de filosofía (Paris) Buenos Aires, vol. I, p. 30); Edwards, P., (1967) con atenuantes, pues admite que la inconsistencia es atinente en la discusión moral (cfr. The Encyclopedi of Philosophy, London, vol III, pp. 177-8). Ferrater Mora, F., (1976) hace valer la plausibilidad y consistencia personal del defensor de la tesis (cfr. Diccionario de Filosofía (Pennsylvania) Madrid 19846; vol. I, p. 56); para A. Jacob (ed.) (1990), la vida privada para replicar principios (cfr. Encyclopédie philosophique Universelle. Les notions philosophiques, Paris, vol. II, p. 47). La lógica del siglo XVII acuñó el título de ad hominem, desde J. Jungius, Logica, 1638, V,1,8; y J. Locke, Essay, IV,17,21 (cfr. N. Abagnano (1963) Diccionario de Filosofía (México) Bs. As., p. 21).
3. I. Copi op. cit., p. 84.
4. Cfr. Top. VIII 10, 161a2-4 = regla nro. 67. "Il seconde mezzo - d'impedimento - puó essere configurato (instantia ad interrogantem) come un argumentum ad hominem." (A. Zadro (1974) Aristotele, I Topici, Napoli, ad locum). Para identificar reglas y reproches véase G. Chichi (1996) La técnica de discusión en Los Tópicos de Aristóteles, 343 pp. (tesis doctoral inédita).
5. Disiento con Düring, I., (1966) Aristóteles y su pensamiento (Heidelberg), México 1990, nota 173.
6. ib. 11, 161 a 21-4 = regla 70 y reproche 1.
7. Cfr. Wallies, M., (1891) Alexandri Aphrodisiensis in Aristotelis Topicorum Libros octo Commentaria, Commentaria in Aristotelem Graeca (= CAG), vol II, Berlin 1891, p. 564 ad locum.
8. Cfr. reglas nro. 40, 54, 60 y 72.
9. "Increpatio" según Boecio apud A. Zadro, op. cit., ad 161a15 p. 531. En lugar de pensar que el ad hominem vale (cfr. Düring, I., (1966) loc. cit.) sugerido por traducciones de la regla 70 como: "Algunas veces es necesario atacar al que habla y no a la tesis, cuando el que responde está al acecho de lo que pueda contrariar al que pregunta, ultrajándole de paso" (Candel San Martín, M., (1982) Aristóteles, Organon, Madrid; vol. I, ad locum, p. 295).
10. "Además, como en los retóricos, de modo semejante así también en las refutaciones hay que investigar las contradicciones ("evantiómata") o bien con las <propuestas> dichas por <el interlocutor> mismo, o bien con <los dichos de los hombres con> los cuales <éste> acuerda que se dice o se actúa correctamente, o bien con los que parecen <ser> tales o bien con los pares -semejantes -, o bien con la mayoría o con todos." (Sop. El., 15, 174 b 19-23) La traducción de los textos es mía. Para éste, cfr. W.D. Ross (1958) Aristoteles, Topica et Sophistici Elenchi Oxford, ad locum.
11. La identificación de estas reglas es propia. Sobre este capítulo H. Flashar (1983) ya dice: "weitere Kunstgriffe für einen scheinbaren Sieg", cfr. Ueberweg, Grundiss der Geschichte der Philosophie, Bd.3, Basel/ Stuttgart, pp. 240 ss.
12. El llamado "Pseudo Alejandro 1" parece haber sido Miguel de Efeso (siglo XII), autor del comentario a las Refutaciones editado por M. Wallies (1981) CAG vol. II 3. Sobre la cuestión véase S. Ebbessen (1981) Commentators and Commentaries on Aristotle's Sophisticis Elenchis Leiden (3 tomos), en especial, vol 1, pp. 268, 283-4; y N. Green-Pedersen (1984) The tradition of The Topics in the Midle Ages, München- Wien, pp. 13-4.
13. Cfr. J. Duchemin (1968) L' AGWN dans la tragédie grecque Paris, § 2.
14. El pasaje dice: "Así como los rétores - (y llama rétores a los que hacen discursos en defensa de alguien procurando ir en su auxilio) - combaten a los que les contradicen demostrado que los dichos del otro son contrarios a lo dicho por las leyes y por las costumbres de la ciudad-estado, así también frente a los que quieren refutar<nos> hay que intentar demostrar que quien <le tocó> responder ha dicho lo contrario a la tesis que él mismo había defendido, o <lo contrario a lo dicho> por los hombres que reconoce que tienen razón y que actúan bien; por ej., si quien responde concuerda con Zenón (de Elea) en que no hay movimiento ni es posible atravesar el estadio, es necesario intentar demostrar que a partir de lo dicho por el interlocutor <que responde en el diálogo> se concluye no sólo que hay movimiento sino también que es posible atravesar el estadio, lo cual es contrario al dictum de Zenón, al cual el otro le daba la razón. Y también vale, dice Aristóteles, intentar demostrar que quien responde contradice a quienes son buenos en cada ámbito: por ej., a los médicos, a los prudentes o a los dichos que comparten todos o la mayoría o a los sabios; como hace también Sócrates en el Gorgias en relación a Calicles. En relación a los "semejantes" - o pares - <Ar. quiere decir>, por ej., si <quien responde> fuera médico, habría que refutarlo diciendo que ha admitido cosas contrarias a lo reconocido por los médicos; y si fuera músico, que ha contradicho a los músicos; y si fuera geómetra, a los geómetras." (CAG vol. II.3, ad locum, p. 115-6).
15. Cfr. Tópicos I, 11, 105 a 2-7.
16. Cfr. Top. I 1 y VIII 5, 11, entre otros.
17. Cfr. Top. VIII 2, 12; Sop. El. 5.
18. Cfr. Top. VIII 4, 5, entre otros.
19. Cfr. Ar. Metafísica IV 4, en especial líneas 1006 a 15, 22; sobre la inconsistencia en general véase Scriven, M., (1976) Reasoning New York, cap. 3.
20. Desapercibido para el reciente editor de los manuscritos: A. Hübscher (1970), Arthur Schopenhauer, Der handschriftliche Nachlass Frankfurt a. M.; Bd. III: Berliner Manuskripte; "Die Manuskriptbücher, 1. Teil" (1818-1830): Eristische Dialektik (= ED); véase ad Kunstgriff 16.
21. "Frente a una afirmación del oponente debemos buscar si ella está en contradicción de algún modo, y en caso necesario también sólo aparente, con algo que el oponente haya dicho antes o haya concedido, o con las prescripciones (Satzungen) de una escuela o secta que él haya admirado o adoptado, o con el obrar de los adeptos de esa secta, o aún sólo con el obrar de los adeptos inauténticos o aparentes, o <en contradicción> con el propio obrar u omisión <del mismo oponente>. Por ej., si él defiende el suicidio, hay que gritarle de inmediato: `por qué no te cuelgas de una vez!´; o, por ej., si sostiene que Berlín es una parada desagradable, gritar de inmediato: ´por qué no te vas con el primer despacho de correo!`. Será siempre posible librarse de una argucia semejante." (ED KG 16, pp. 684-5). En adelante, tomaré la versión más fuerte: la que no apela a refutaciones ni a razones aparentes.
22. Cfr. ED [5a] p. 671, [5] p.670; [6] p.675; [9].
23. Refresca el dicho de Temístocles a Euribíades "golpéame pero escúchame".
24. Regla 67 y reproche 2 de la técnica aristotélica y la maniobra 38 del arte de Schopenhauer. J. Bentham los llamó "personalismos injuriosos" (cfr. Tratado de los sofismas políticos 1986 Bs. As. pp. 97-8).
25. Consistía en oponer al adversario las consecuencias de las tesis menos probables concedidas o aprobadas por el (cfr. Jungius Logica 1638, V 1 y para J. Locke Essay IV, 17) (cfr. N. Abagnano (1963) op. cit., p. 21).
26. Samsoni, G., (ed.) (1967) Enciclopedia Filosofica Firenze, vol. I, p. 72.
27. Edwards, P., (1967), admite la reacción ad hominem basada en la consistencia en cuestiones morales para encontrar una norma (policy) que sea coherente y aceptable a la vez (cfr. loc. cit.).
28. Concebido como conjunto de enunciados dos de los cuales se ofrecen como soportes de otro. Para la discusión de esta idea véase Blair, A., & Johnson, R., (1985) "Informal Logic: The past five years: 1978-1983" American Philos. Quat. pp. 181-196; y sobre todo, (1987) "Argumentation as dialectic" Argumentation, pp. 41-56.
29. Que al modo platónico vuelven a oponer verdad a retórica, cfr. Gorgias 462b-465e (apud A. Vigo (1997) Platón, Apología de Sócrates Chile, p. 108).
30. Cfr. Ch. Perelman & O. Tyteca (1971) The New Rhetoric (1958) Notre Dame- Londres, p. 110.
31. Obtenidos en el marco de la investigación en curso (CONICET y UNLP)
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