La propuesta de Bacon para descifrar el lenguaje de la Naturaleza lo lleva a considerar el problema de la naturaleza del lenguaje, más precisamente, en cuanto a su "pureza" para transmitir nociones. Entre el nombre y la cosa nombrada existe una relación de correspondencia, que según el filósofo, existió "(...) pura e inmaculada ciencia natural por medio de la cual impuso Adán nombre a las cosas según sus propiedades,1 pero que se ha perdido con la caída del hombre del Edén. Trataremos de señalar la incidencia relevante que ocupa en la teoría baconiana de la ciencia como dominio de la Naturaleza la cuestión de la nominación dentro del contexto ideológico de la purgtio mentis.
La tarea inherente al hombre es dominar la naturaleza: recupere (...) por tanto, el género humano el derecho suyo sobre la naturaleza que le compete por donación divina y désele poder. La recta razón y la sana religión gobernarán su uso.2 Este poder y este derecho que se ha perdido con la caída de Adán, puede recuperarse a través de la ciencia si se expurga el entendimiento humano de los diversos Idolos que lo contaminan : (...) con el fin de que el entendimiento sea liberado y purgado totalmente de ellos, de forma que al reino del hombre (que se funda en las ciencias) no se acceda sino en la condición pura del niño.3 En consecuencia, el método experimental de reglas precisas y pasos a seguir debe apoyarse sobre un entendimiento claro si el hombre quiere acceder a la restauratio de la ciencia pura e inmaculada, esto es, verdadera.4 Esta expurgación de la mente conduce a Bacon a postular la inutilidad del silogismo, al que considera ampliamente desproporcionado con respecto a la sutilidad de la naturaleza, llegando a la conclusión que nos ocupa en este trabajo: "El silogismo consta de proposiciones, las proposiciones de palabras y las palabras son las etiquetas de las nociones. Por eso, si las nociones mismas ( la base de todo) son confusas y abstraídas al azar de las cosas, ninguna solidez habrá en lo que sobre ellas se construya".5 Aunque la intención de Bacon es convencer de la necesidad de un procedimiento apropiado de abstracción de las nociones por cuanto son la base de todo y por consiguiente no "pueden" ser falaces, nosotros subrayamos que las palabras tienen el peso fundante de esa base de todo sobre la cual se asienta el conocimiento y el discurso científico en tanto su pretensión de portador de verdades. Bacon señala a los Idolos del Foro como contaminadores del entendimiento: "los hombres se asocian por medio de los discursos, pero los nombres se imponen a las cosas a partir de la comprensión del vulgo. Así, una mala e inadecuada imposición de nombres mantiene ocupado el entendimiento de una manera asombrosa (...) las palabras ejercen una extrarordinaria violencia sobre el entendimiento y perturban todo, llevando a los hombres a innumerables e inanes controversias y ficciones".6 Para Bacon entonces el entendimiento no accede a verdades sino a ficciones cuando las palabras no se adecúan a las cosas. Este aspecto es profundizado y explicitado en otros aforismos. Por consiguiente concluímos que el lenguaje desempeña un rol decisivo en la adquisición del conocimiento universal: "los hombres creen que su razón es dueña de las palabras, pero ocurre también que las palabras devuelven y reflejan su fuerza sobre el entendimiento, lo cual convierte a la filosofía y a las ciencias en inútiles y sofísticas".7 Añade Bacon que las palabras obstaculizan la revisión de nociones e impiden también aportes nuevos, esclarecedores, cuando cristalizan su significado erróneamente a partir de la captación vulgar, que- dice- no es sutil ni certera: "(...) las palabras reciben su significado en la mayoría de los casos de las opiniones del vulgo y cortan las cosas a partir de las líneas más patentes para el entendimiento vulgar, y cuando un entendimiento más agudo o una observación más diligente quiere modificar esas líneas para hacerlas más consonantes con la naturaleza, las palabras se oponen. Esta es la causa de que grandes y solemnes disputas de hombres doctos terminen muchas veces en controversias acerca de palabras y nombres".8 Las palabras funcionan así como barreras para el avance de la ciencia. Para Bacon es claro que entre el mundo y el sujeto se interpone el lenguaje, cuando debiera interceder. Es sorprendente la actualidad de esta postura en su dimensión epistemológica: "(...) en las cuestiones que tiene que ver con la naturaleza y con la materia las definiciones no pueden curar este mal porque las mismas constan de palabras y las palabras generan palabras".9 El lenguaje entra entonces en un círculo vicioso, ya que las palabras remiten unas a otras, que lo hacen inadecuado para definir y esclarecer nociones, esto es, establecer correspondencias entre las palabras y el mundo. Bacon divide en dos a los ídolos que se imponen al entendimiento a través de las palabras: o bien consisten en nombres de cosas inexistentes, o bien son nombres de cosas existentes pero mal y confusamente definidos.10 Este caso es el más problemático, pues surge, dice Bacon, de una mala e inexperta abstracción. Propone como ejemplo la palabra humedad cuyas diversas acciones no pueden ser reducidas a un mismo significado. Es decir entonces, que el significante y el significado tienen una correspondencia relativa a un contexto determinado por el cual la realidad puede ser aprehendida. Es por eso que Bacon señala grados de distorsión y error en las palabras. El grupo menos defectuoso es el de los nombres de algunas sustancias; más defectuoso es el de las acciones y defectuosísimo el de las cualidades.11 La distinción entre distorsión y error encuadrados dentro de una escala valorativa, marcan que Bacon es consciente de la complejidad y sutiliza del léxico, tanto para exponer su teoría y para argumentar como para evidenciar la importancia básica del lenguaje en la constitución de una ciencia verdadera. Dado que los ídolos y las falsas nociones han ocupado el entendimiento humano y han arraigado en él haciendo difícil el acceso a la verdad el remedio adecuado se encuentra en la obtención de Nociones y Axiomas por medio de la verdadera inducción. 12 Esta solución de Bacon no resuelve el problema de la nominación ni del error en las palabras. Sólo pone de relieve la dificultad inevitablemente epistemológico-linguística y ontológica pero no indica de qué manera el método empírico puede resolverlo. Esto es, cómo se depura el lenguaje para que refleje adecuadamente -sin distorsiones- , los procedimientos verdaderos de la ciencia. Todo queda dentro de una purgatio mentis ligada a la regeneración del hombre y por ende de la ciencia, ya que el hombre es Ministro e Intérprete de la Naturaleza.13
Episteme y lenguaje están estrechamente vinculados. Bacon postula las direcrices -método o camino- para la correcta interpretación de la naturaleza, es decir, del mundo de las realidades concretas, mediante la extracción y obtención de axiomas a partir de la experiencia, pero la condición de acceso es la purificación del entendimiento humano. El hombre post-edénico no sabe ni puede. Es necesario dar ayuda al sentido, a la memoria y a la mente o razón. Aquí está la incidencia - a nuestro juicio capital- del lenguaje en la formulación de la nociones y axiomas que fundan la ciencia. En efecto, la interpretación de la naturaleza que Bacon propone, es una lectura que debe adecuarse a la realidad de las cosas. Parece que la interpretación de los significantes en significados portadores de sentido correspondientes a la esencia de las cosas - el lenguaje edénico- establece la diferencia también esencial entre verdad-falacia o ciencia-ficción.14
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1. Bacon, F., Prefacio de La gran Restauración, C.E.H.C.E., folio 17, p. 59
2. Bacon, F., (1985), La gran Restauración, traducción de Miguel A. Granada, Madrid, Alianza aforismo CXXIX, p. 185
3. Bacon, F., Op. Cit. , aforismo LXVIII, p. 12l
4. Bacon, F., Op. Cit., aforismo CXXIX, p. 184
5. Bacon, F., Op. Cit., aforismo XIV, p. 90
6. Bacon, F., Op. Cit., aforismo XLIII, p. 99
7. Bacon, F., Op. Cit., aforismo LIX, p. 108
8. Bacon, F., ib.
9. Bacon, F., ib.
10. Bacon, F., Op. Cit., aforismo LX, p. 109
11. Bacon, F., Op. Cit., aforismoLX, p. 110
12. Bacon, F., Op. Cit., aforismo XL, p. 98, repetidos a lo largo de toda la obra.
13. Bacon, F., Op.Cit., aforismo I, p. 87
14. Para una consideración sobre filosofía del lenguaje (teorías naturalista o convencionalista) ver ¿Aristóteles, filósofo del lenguaje? , Femenías, M.L. y Tonti, S., (1997), EUNLP.
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