Revista de Filosofía y Teoría Política, 2004, nº 35, p. 117-120. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Tesis doctoral: La vejez en la obra de arte en Marcel Proust

Analía Sandra Melamed


Director de tesis: Dr. Julio César Moran

Fecha de defensa: 29 de agosto de 2002. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad Nacional de La Plata).

Jurado: Dres.: Mario Presas, Malvina Salerno y Leiser Madanes.

Decir vejez y vejez en la obra de arte, por una parte, contradice la visión establecida, cristalizada, sobre Proust. Pero, por otra parte, esta cuestión se refiere a temas fundamentales de la estética: el modo de ser de la obra, su carácter no substancial sino de virtualidad o posibilidad, la importancia de la recepción, la relación del autor con la obra, la cuestión de qué se entiende por arte, las relaciones entre ficción y metaficción. De manera que el enfoque es fundamentalmente estético y destaca los cruces con el campo filosófico. El estudio sobre la vejez en la Recherche sustenta la vulnerabilidad temporal del arte y puede establecerse en torno de cuatro aspectos fundamentales. Primero: Proust desarrolla ficcionalmente una concepción sobre el modo de ser del arte como presencia, posibilidad, virtualidad que requiere una permanente recreación. Hay, por tanto, un componente de envejecimiento, también virtual y fugaz en sí mismo, que se vincula con el modo de ser discontinuo e intermitente de las obras, con la dificultad de las interpretaciones co-creadoras, con la intervención del azar y de la contingencia y con las discontinuidades e intermitencias propias del yo artístico. En un universo novelesco en constantes metamorfosis, donde los interrogantes metafísicos no encuentran respuestas concluyentes, la vejez de la obra es entendida como posibilidad determinada por su modo mismo de ser y se liga con la persistencia de la hipótesis de la nada a lo largo de toda la novela.

Segundo: encontramos una teoría sobre la lectura y las interpretaciones de las obras. La historia de la vocación del héroe y la construcción de los personajes se establecen fundamentalmente a partir de sus relaciones con obras artísticas. El héroe y demás personajes son intérpretes artísticos o no cumplen con esta condición. Si leer es descubrir las posibilidades presentes en las obras, esto es a condición de que el lector se torne lector de sí mismo. De modo que encontramos, por una parte, la lectura como la comprensión de la obra pero al mismo tiempo la autocomprensión del lector ante el texto. Confluyen, pues, en la concepción proustiana de la lectura dos vertientes: por un lado la del artista como crítico, proveniente de la tradición ruskiniana y de la crítica inglesa victoriana, ligado a la historia del arte y, por otro, la lectura como lectura de sí, vinculado a la reconstrucción de la historia individual, a la dimensión del tiempo personal y a las relaciones entre identidad y memoria. No hay comprensión auténtica sin una autocomprensión frente a la obra. La posibilidad opuesta es la pretensión de encontrar una verdad inherente a la obra, tomarla no como una incitación para la creación propia sino como una cosa cerrada y concluida. Atribuirle tal autoridad es propiamente fetichismo, como la mercancía que vale por sí misma que Marx critica. Por todo lo anterior encontramos una fuente de su envejecimiento.

Tercero: hay en la Recherche una concepción sobre las relaciones del arte y la alienación del mundo contemporáneo. En la medida que la novela se desplaza del espacio doméstico y familiar de Combray al espacio social y urbano, el héroe transita desde el encantamiento propio del mundo feudal de la infancia y de los ensueños góticos, a la melancolía baudeleriana y moderna de las ciudades. Y como Baudelaire, Proust se pregunta si es posible una experiencia estética auténtica en el contexto de alienación y extrañamiento de las condiciones de vida contemporáneas, cuestión que retomará luego Benjamin. Si los peligros de la disolución y de la nada señalados anteriormente se vuelven agudos y perentorios, y la fugacidad parece ser lo más propio de las experiencias humanas, incluida la experiencia del arte, del mismo modo se acentúa en Proust el papel de esta experiencia del arte como una redención posible. Sin embargo, la respuesta tampoco es concluyente.

Cuarto: el perspectivismo artístico, pues las obras son cristales que permiten la comprensión de otras obras, son mediaciones, ligadas a la visión del artista como crítico. De manera que desde su óptica se manifiesta una trama de relaciones recíprocas, de afinidades o distancias, relecturas u olvidos. En consecuencia, no hay historia del arte lineal y progresiva porque no hay superación de un artista por otro, pero, sin embargo, hay un arte establecido, artistas originales y revoluciones artísticas, de manera que, de la co-presencia en la Recherche de una cantidad de obras evocadas, siguiendo a Genette, sostengo que hay para Proust una suerte de espacialidad artística que permite las relaciones perspectivistas entre las obras.

En las catedrales, uno de los modelos constructivos de la Recherche resulta posible establecer el modo como la obra misma parece absorber la temporalidad e incorporarla a sí, pues en ellas el tiempo se convierte en espacio. Sostengo que la convergencia entre estas dimensiones es también, para Proust, propia del modo de ser del arte en general: el acceso que nos brinda el arte a la extratemporalidad, resulta de una suerte de conversión de lo sucesivo en simultáneo. Esto se puede determinar en varios estratos de la novela, donde juega un papel fundamental la noción de evocación: en la experiencia de las reminiscencias que vuelven simultáneos dos momentos alejados entre sí del tiempo; en la estructura de la novela cuya lectura, si bien es sucesiva, por las evocaciones inmanentes a ella, requiere la co-presencia de toda la obra en cada pasaje; en la recepción de la música, la cual es también un fenómeno de memoria, donde cada frase musical evoca el resto de la obra y aún otras obras del autor; en la apreciación de las obras pictóricas que también remiten unas a otras para descubrir y apreciar el estilo del autor. Puesto que la Recherche, como una especie de museo, exhibe una inmensa cantidad de obras de todas las disciplinas a las que reescribe y traduce a su propio lenguaje, esta presencia de un universo artístico evocado e incluido ficcionalmente en la novela conforma un espacio artístico virtual donde no hay orden cronológico sino orden de afinidades. De manera que la misma abolición de la temporalidad encontramos en la visión proustiana de las relaciones entre obras y artistas. Es decir, no hay un orden progresivo de superaciones de unos mundos artísticos por otros, hay ordenes de proximidades y de oposiciones, de evocaciones, de reescrituras.

En resumen, la vejez que es posible sostener en relación al arte se liga a esa noción de extratemporalidad y del espacio artístico. Por vejez entiendo el eclipse presuntamente transitorio de una obra motivado por el perspectivismo propio del espacio artístico. Resulta, entonces, en primer lugar de los lazos de iluminación u opacamiento que se establecen entre las obras y la comunicación entre artistas. De esto se sigue que, dado que las obras requieren de interpretación, es posible que por ser incorporadas al mundo habitual, por la consagración y absolutización de alguna de sus interpretaciones, por su banalización, una obra carezca de intérpretes co-creadores y enmudezca.

El problema de la vejez del arte se ubica, así, en primer lugar, en los intersticios de la necesaria relación entre la obra y la recepción recreadora, en la que reaparecen los mismos aspectos de azar, contingencia e incertidumbre del acceso del artista a la creación de la obra. En este plano vuelven también los encuentros y desencuentros, en los individuos, entre los yoes artístico, social y del amante, así como desde un punto de vista social, las intersecciones y las complejas mediaciones, de las que Proust da cuenta, entre los mundos artísticos, los círculos mundanos, las tramas sociales, políticas, económicas y amorosas. En segundo lugar en la relación de comunicación entre artistas, que es en rigor la única comunicación posible, pero también es el espacio donde se libran las batallas por la originalidad y para superar, diría Harold Bloom, la angustia de las influencias. Y donde encontramos, por tanto, evocación y recreación, pero también distancia, opacamiento y olvido.

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