Revista de Filosofía y Teoría Política , no. 45, 2014. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía

 

RESEÑA / REVIEW

 

Rinesi, Eduardo. Muñecas rusas. Tres lecciones sobre la república, el pueblo y la necesaria falla de todas las cosas. Bs. As., 2013, Las cuarenta.

 

Maximiliano Garbarino

Universidad Nacional de La Plata
Argentina

 

Cita sugerida: Garbarino, M. (2014). [Reseña del libro " Muñecas rusas. Tres lecciones sobre la república, el pueblo y la necesaria falla de todas las cosas" de Rinesi, E.]. Revista de Filosofía y Teoría Política, (45). Recuperado de: http://www.rfytp.fahce.unlp.edu.ar/article/view/RFyTPn45a07

 

Hace unos años Rinesi contribuyó con su Política y tragedia. Hamlet entre Maquiavelo y Hobbes a la estela de la filosofía política que considera el conflicto como centro constitutivo de la política (aunque esta no se reduzca al conflicto). Propuso iluminar esta concepción a través de una erudita y profunda lectura de la tragedia shakesperiana a la vez que reformuló convincentemente un canon de lecturas de y sobre los fundadores modernos de la filosofía política.

Este nuevo libro continúa esas reflexiones. Pero si la tragedia es conflicto –“estetizado y estilizado”, como dice- es cierto que la política no es sólo esto, y aunque el conflicto sea inherente a la política (o a lo político, como dirían Laclau o Marchant) no es menos cierto que la política no deja de esforzarse por administrar ese conflicto, por tratar de que “la sangre no llegue al río”. Y por eso no sólo la tragedia ayuda a pensar la política sino también la comedia.

Apoyándose en su acostumbrado y original dominio de las reflexiones estéticas (sobre todo las que conciernen a la obra de Shakespeare), el autor propone un modelo antitético para conceptualizar la tragedia y la comedia. En la primera, donde el conflicto prima (sea objetivo como en la tragedia griega, sea subjetivo como en el caso del atormentado Hamlet), se presenta una trama en la que finalmente los muertos, lo viejo, los dioses, el destino, vencen sobre los vivos,los jóvenes, los hombres, la libertad. En la comedia, la ecuación se invierte. Y dado que la política es tanto conflicto irreductible como agencia –precaria- para evitar el desastre, es menester para Rinesi pensar la política en función de ambos géneros. Es más, dado que la vida en general (no sólo la política) es tanto Destino como Libertad, aparecen en las tragedias de Shakespeare situaciones cómicas; y en sus comedias asoma la tragedia: no como mezcla, sino más bien como en una suerte de muñecas rusas que portan alternativamente “el rostro jovial de la comedia y la expresión abatida de la tragedia”. En resumen: la política no será para Rinesi pues, ni tragedia ni comedia:estos, más bien,son los límites o bordes entre los que camina.

Establecido este marco, vuelve Rinesi a centrarse en la tragedia para iluminar la política. Identifica así dos tipos de tragedia. Por un lado, aquella que da cuenta de la disputa entre dos cosmovisiones diferentes o entre dos sistemas de valores. Hamlet presenta en su interior la disputa entre unos valores sancionados por el Padre (por su sombra, por los muertos), que representan el mundo de la “caballería” que no termina de perecer; y valores más “civiles” o modernos, que no aceptan la muerte por mano propia (nuevos valores que todavía no terminan de nacer). Y ese conflicto (como todo conflicto propiamente hablando) es antagónico: no hay metadiscurso, no hay garantías o certezas, ni diálogo que lo diluya. Por eso Hamlet no decidehasta el final.

Pero hay otro tipo de tragedia: la de la parte maldita. Aquí Rinesi desencaja la muñeca más grande de El Mercader de Venecia y dentro de la comedia encuentra la tragedia del judío Shylock y del homosexual Antonio. “El todo no es la suma de las partes”, dirá. Siempre hay partes que no pueden realizarse si no es poniendo en entredicho el todo. La referencia a la última obra de Eduardo Grüner aquí es reveladora: los esclavos negros de Haití eran parte del capitalismo de la época, eran necesarios; ya la vez eran la parte que no podía –sin poner en riesgo el todo- apelar a querer realizarse en los universales valores de la igualdad, la fraternidad y la libertad. Propondrá también Rinesi un análisis similar respecto del desencaje de la parte y el todo en el tan mentado “populismo”.

Pero volvamos –metafóricamente- a Venecia, representante en esa época de un modelo de República donde la actividad comercial (y la incipiente subjetividad burguesa), y la política en general, eran administradas a través del respeto sacro de esa figura tan moderna que son los “contratos” regidos por la Ley. Esa República era modelo de tolerancia y respeto… la Serenissima llegaron a decirle. Pues bien, según Rinesi, Shakespeare se burla de esa pretensión y muestra la necesidad que tiene la República más “civilizada” de entonces de despojar a algunos de “lo que los caracteriza y los define”. Los contratos comerciales y de matrimonio terminarán triunfando a costa de que el judío deje de ser judío y el homosexual renuncie a su amado. Son casos, son ejemplos, dice Rinesi; podrían ser otros. La cuestión es que la serenísima República se sostiene en deshechos: partes despojadas de su ser para la estabilidad –forzada- de la República.

Rinesi interviene así en la filosofía política contemporánea reconstruyendo y proponiendo, a través de una erudita y sorprendente lectura de textos shakesperianos, dos dimensiones para pensar el conflicto como posibilitador de la política. Por un lado, la dimensión temporal: el conflicto que resulta de los restos, de los muertos que se mueven y reaparecen (la hantologie derridiana), para aplastarnos como una pesadilla o para acudir en ayuda de las tareas del presente hacia el futuro. Por el otro, la espacial: el conflicto de la parte que es necesaria pero no encaja. Los deshechos, la parte de los sin parte, como dice Rancière. Y todo esto se traduce también –y es intención del autor- a la coyuntura latinoamericana. Quien enarbola la palabra “República” como la panacea de la armonía cae en un ideologismo, cae bajo la burla shakesperiana si no fuera porque envuelve tragedias. En fin, siempre hay restos y deshechos. Otra tradición republicana, aquella que ya vio Maquiavelo, es parte del conflicto actual.

 

 

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